ULTIMA SEMANA DE TRABAJO EN BEER -SHEVA; “LA IDIOTA CON PODER" \LAST WEEK OF WORK IN BEER-SHEVA; "THE IDIOT WITH POWER"
Siempre que cuento o recuerdo esta historia, me viene a mi cabeza una sensación de angustia e impotencia terrible, mezclado con mucha rabia, y me recuerda uno de los motivos por los cuales me quise ir de Israel; la burocracia y la falta de empatía.
Resulta que se acercaba mi última semana trabajando en el hospital de Beer-Sheva y como ya me había enfrentado en el pasado a la ineficiencia de las empleadas de recursos humanos, esa vez quise ser previsora e ir allí con tiempo para evitar alguna ‘sorpresa” desagradable.
Cuando empecé a trabajar en el hospital tuve que llenar unas aproximadamente 100 páginas de formularios de ingreso (y les juro que no estoy exagerando), como todo era en hebreo, el marido de mi amiga finlandesa llamada Aino, me ayudo un poco durante el fin de semana a completarlos.
Me acuerdo la sensación de estar completamente abrumada y perdidas mientras deambulaba por los jardines del hospital buscando la oficina para los nuevos empleados, y tratando de entender que documentos me faltaban para poder terminar mi ingreso al hospital.
Allí fui donde conocí a la empleada más inoperante que vi en mi vida, una señora de unos 60 años, llamada Amelia, que estaba contando los días para jubilarse desde el momento que empezó en ese trabajo. La primera vez que fui a su oficina (que termine llorando para variar) no me podía atender por que se le estaban secando la uñas que recién se había pintado. Que inoportuna esta medica sudamericana que se le ocurre ir un lunes en horario laboral a pedirle precisamente que haga su trabajo, justo en el momento que ella decidió embellecer sus manos.
Desde ese día me di cuenta de que esa persona se iba a convertir en “El idiota con poder” del hospital, eso significa en esa persona totalmente inútil, pero con la capacidad de arruinarte y complicarte la vida si quiere. Con ella siempre tuve problemas; sueldos mal liquidados, guardias no cobradas, horas de menos, siempre pero SIEMPRE había un error, y no era solo yo, todos los residentes sabían lo inoperante que era ella.
Por eso mismo, una semana antes de mi último día, fui especialmente a su oficina, después de haber completado con más de un mes de anticipación todos los requisitos de cambio de hospital para chequear que todo estaba en orden y no tener que andar corriendo a último momento con más formularios y burocracia.
Así fue como llego mi último día, mi última post guardia, me dirigí a la oficina de recursos humanos a entregar mis credenciales, y ahí fue donde me entero del cagadon que se había mandado. Para no hacérselas larga con los detalles de su inoperancia, ella se “olvido” de avisarle a la agencia de impuestos de Israel de mi cambio de hospital, y como ese mes supuestamente recibía un ‘bonus extra’ por estar trabajando en un hospital de la periferia del país, automáticamente pague un 40% de impuestos sobre un dinero que nunca recibí (por q ya no me correspondía), en resumen se me confiscaron el dinero de aproximadamente 3 sueldos, lo que significaba que no iba a tener dinero hasta por lo menos dos meses hasta que comience a trabajar en el nuevo hospital.
Me acuerdo el ahogo y pánico que sentí al escuchar sus palabras y ver la cara de tonta que ponía diciéndole a su compañera “uhhh nos olvidamos de avisarles”, cuando por fin pude entender la situación, me empecé a llorar de bronca y rabia, pensaba para mí, como esta persona tan inepta puede seguir trabajando, y ni siquiera tenía las herramientas idiomáticas para defenderme.
La otra empleada que era un poco más despierta me convenció de que si iba en ese momento a la agencia de impuestos y les explicaba el problema (que para ese momento ni yo lo terminaba de entender), ellos podrían arreglar el error y liberar mi dinero en cuestión de días.
En un intento absurdo me dirigía allí, cansada, post guardia, y con los ojos hinchados de llorar, y la respuesta que obtuve es que se tardarían por lo menos entre 6-12 a meses en devolverme el dinero porque no sé qué cosas de la liquidación de impuestos; más llanto y más bronca.
La rabia era sobre todo porque esta vez me quise anticipar y ser lo suficientemente previsora para evitar justamente lo que acababa de pasar.
Me acuerdo de que ese día mientras manejaba de vuelta a Tel Aviv por última vez, pensé para mis adentro que me tenía que calmar, y que esto es más grande que yo, decidí entonces que contrataría a un contador que me ayude a solucionarlo y por ahora yo no iba a tener que lidiar con mas burocracia. Mi contador después de casi dos años de idas y vueltas consiguió que me devuelvan mi dinero.
Nunca me gustaron los conflictos y muchos menos las batallas legales, pero en ese momento indague sobre presentar algún tipo de denuncia por los daños que su ineficiencia había producido en mí, pero mi contador me persuadió de no hacerlo.
La verdad que creo mucho en la filosófia que la vida no son las cosas que te pasan si no como te las tomas, pero creo que también hay un límite, y a veces uno tiene que correrse de situaciones o lugares donde se repiten patrones que te hacen mal, léase trabajos, amigos, familiares, países, relaciones, etc.
Aprendí que a veces uno tiene que pedir ayuda profesional y que no se puede con todo, que la vida no siempre es justa, pero al final la decisión de seguir adelante y tratar de aprender y mejorar queda en uno mismo, y que las Amelías del mundo ojala puedan ir desapareciendo, cuando la gente tenga trabajos con verdadera vocación que los hagan sentir realmente felices. Al final de cuentas pobre Amelia, toda una vida esperando que sean las 4 pm para poder irse a su casa.
Saludos
Leti
0 comments