A mis pacientes parte II; Los Argentinos\ To my patients part II; The Argentine ones

by - April 24, 2022

Roberto (*) 55 años, con diagnostico de cáncer metastatico de la unión gastro-esofagica, se interna en el piso de oncología, para recibir su 3 sesión de quimioterapia, 

Hoy yo soy su doctora, para alegría de los dos, el descubre en mi ronda matutina por la sala, que tengo un acento algo raro, y enseguida en claro porteño me pregunta si soy Argentina, a lo cual respondo con una gran sonrisa “obvioooooo”.

Después de los 5 minutos de charla introductoria obligatorios para todo argentino que se encuentra con otro semejante en alguna parte del planeta, Roberto ya me caía bien, lo hacia un buen tipo, macanudo como diría mi mama, alguien cuyo destino estaba marcado por una difícil enfermedad de reciente diagnostico, el cual todavía no se había enterado o no quería enterarse de su mal pronóstico.

Creo que esa es la parte mas difícil para un medico o para mi, hacer de cuenta que no pasa nada con el paciente, cuando todos vemos al elefante rosa parado en medio de la habitación; la muerte.

Es un tema que le di muchas vueltas en mi cabeza y en mi terapia, y aunque tengo toda la teoría, en el momento en el que me tengo que enfrentar a un paciente que no sabe (o no quiere saber) que se va a morir, siento un nudo en el pecho y me debato en mis adentros el decirle la verdad de la forma más cruel para que reaccione lo más rápido posible o simplemente le sigo el juego y dejo que se vaya con su negación hacia su lecho de muerte.

Todavía no tengo la respuesta correcta, pero es un arte que se aprende a dominar con el tiempo vas aprendiendo y leyendo los tiempos del paciente, y hasta donde esta dispuesto a saber.

La historia con Roberto siguió, idas y vueltas de sus internaciones, fui conociendo a su familia, su mama, su pareja, sus amigos, todos ya me conocían como la doctora “Argentina” que atiende a Roberto “la jovencita” también solían decirme; y la verdad que lo era y además de todo era nueva, tenía unas pocas semanas en Beer Sheva y en la residencia de oncología, y justo me vino a tocar un paciente que habla mi mismo idioma, pero no que no quiere ver mi misma realidad.

Al tiempo de Roberto, apareció Diego (*), otro chico argentino con un pronostico igual de terminal, pero entre ellos se hicieron amigos, los ponían en la misma habitación cuando estaban internados, me gustaría poder decir que hablaban de futbol  o tomaban mates, pero la realidad que  las veces que los escuche hablar, se contaban sus experiencias con la quimioterapia,  cuantas veces había vomitado, como eran los días post tratamiento, con la debilidad que los caracteriza, como manejaban el dolor y los efectos adversos de los opiáceos.

Debo confesar que el hecho que se hayan hecho confidentes me facilitaba la tarea, tenían a alguien más con quien hablar de lo que les pasaba, y no todo recaía sobre sus familias o sobre mi.

Con los pacientes argentinos que me toco atender se fue dando este fenómeno de confianza total en mi persona, a pesar de que ellos tenían su oncólogo de cabecera, se referían a mi como “Su doctora” y con el tiempo y después de alguna prueba de confianza que sin darme cuenta les habré dado, la palabra mía era la única que valía para ellos, llevando a sentirme incomoda en más de una ocasión, por que la verdad que no me sentía preparada en esta instancia de mi formación  para afrontar semejante compromiso.

Pero fue una responsabilidad que con el tiempo aprendí manejar al igual que el idioma; un detalle fundamental el cual hasta ese momento me impedía expresarme como me realmente me gustaría, pero lo cual me ha llevado a buscar otras formas de comunicación, una mirada, una mano en el hombro, una sonrisa, una mueca de “yo te entiendo”.

De verdad espero no ofender a nadie, y voy a aclarar desde ya que trabajaba con un equipo de médicos increíbles que buscaban siempre lo mejor para sus pacientes, pero que a veces no se comunican de la mejor manera. Pongamos las cosas en contexto para que puedan entender un poco mas:


2) La mayoría de los médicos con los que trabajo (casi el 90%) proviene de países de Europa oriental, Rusia, Ucrania. Etc, los cuales no me cabe duda recibieron una formación médica excelente, pero yo creo que debido al tipo de sociedad en la cual se criaron (regímenes totalitaristas y dictaduras), sufren una falta de calidez humana por decirlo de alguna manera, que en oncología es fundamental para comunicar al paciente y su familia las malas noticias.


3) La otra parte de los médicos, son israelíes, lo cuales a grandes rasgos puedo afirmar que tiene una personalidad mas similar al latino, pero acá en Israel para ingresar a la facultad de medicina se debe pasar un examen muy difícil llamado psicométrico, en cual en general  lo aprueban personas con un coeficiente intelectual muy alto, pero otra vez, volvemos al tema de que estas personas muchas veces por su gran inteligencia y dedicación a su carrera, también sufren esa falta de empatía fundamental para tratar pacientes terminales.

Así fue como un poco Roberto y Diego me hicieron sentir como en casa, aunque ya pasaron 9 años desde que fui su medica, los recuerdo con mucho cariño, ellos fueron una parte importante en mi formación como oncóloga, aprendí muchísimo de las interacciones con ellos, de psicología, pero sobre todo de la calidez humana, me hubiese gustado que el sistema medico los guiase un poco mas hacia al final del camino, ya que notaba a ambas familias bastantes perdidas y yo sola no podía ayudarlos.

Otra de las frases de mi papa que se me venia a la memoria en esos momentos era “Ante todo en la vida se gente”, era su forma de decirme que por sobre todas cosas tenia que priorizar el trato humano a las personas, en especial a mis pacientes. Cuanta razón tenias Papi.

Creo que ahora pueden tener un mejor panorama por que realmente a veces no importaba si no hablaba correctamente el idioma, y yo se que muchos de ustedes hubieran preferido a esta simpática y torpe medica argentina les comunicara las malas nuevas por que por lo menos les hubiera alcanzado un papel tissue para secarse las lagrimas, en vez de una mirada de hielo y un montón de terminología médica sin sentido.


A mis pacientes, con amor, Siempre.

Leti

* Aclaración: Los nombres usados en este blog son ficticios con el objetivos de proteger la identidad de todas las personas involucradas.


Roberto (*), 55 years old, diagnosed with metastatic cancer of the gastro-esophageal junction, is admitted to the oncology floor to receive his 3rd chemotherapy session.
Today I am his doctor, to the delight of both of us, he discovers on my morning rounds that I have a somewhat strange accent, and right away he asks me if I am from Argentina, to which I respond with a big smile "obviously".
After the 5-minute introductory talk that is mandatory for every Argentine who meets another like him somewhere on the planet, I already liked Roberto, he was a good guy, someone whose destiny was marked by a difficult disease recently diagnosed, the who still hadn't found out or didn't want to find out about his bad prognosis.
I think that is the most difficult part for a doctor or for me, pretending that nothing is wrong with the patient, when we all see the pink elephant standing in the middle of the room; the death
It is a topic that I have thought about a lot in my head and in my therapy, and although I have all the theory, at the moment when I have to face a patient who does not know (or does not want to know) that he is going to die , I feel a knot in my chest and I debate within myself whether to tell him the truth in the cruelest way so that he reacts as quickly as possible or simply play along and let him go with his denial to his deathbed.
I still don't have the correct answer, but it is an art that you learn to master over time by learning and reading the patient's times, and as far as he is willing to know.
The story with Roberto continued, coming and going from his hospitalizations, I got to know his family, his mother, his partner, his friends, everyone already knew me as the “Argentinian” doctor who treats Roberto “The young one” they also used to tell me ; and the truth is that I was the young and inexperienced doctor, I had been in Beer Sheva and in the oncology residence for a few weeks, and I just had to attend to a patient who speaks the same language as me, but who does not want to see my reality.
At the time of Roberto, Diego (*) appeared, another Argentine boy with an equally terminal prognosis, but they became friends, they put them in the same room when they were hospitalized, I would like to be able to say that they talked about soccer or drank mates (an infusion that is very popular in Argentina), but the reality is that the times I heard them talk, they recounted their experiences with chemotherapy, how many times they had vomited, how were the days after treatment, with the weakness that characterizes them, how they handled pain and adverse effects of opiates.
I must confess that the fact that they became confidants made my task easier, they had someone else to talk to about what was happening to them, and not everything fell on their families or on me.
With the Argentine patients that I had to attend to, this phenomenon of total trust in me gradually took place, despite the fact that they had their primary oncologist, they referred to me as "Their doctor" and over time and after some test of confidence that without realizing it I would have given them, my word was the only one that was valid for them, leading me to feel uncomfortable on more than one occasion, because the truth is that I did not feel prepared at this stage of my training to face such a commitment.

But it was a responsibility that over time I learned to handle as well as the language; a fundamental detail which until then prevented me from expressing myself as I would really like, but which has led me to seek other forms of communication, a look, a hand on the shoulder, a smile, a grimace of "I understand you" .
I really hope I didn't offend anyone, and I'm going to clarify right now that I worked with an incredible team of doctors who always wanted the best for their patients, but sometimes they don't communicate in the best way. Let's put things in context so you can understand a little more:

1) Most of the doctors I work with (almost 90%) come from Eastern European countries, Russia, Ukraine. Etc, which I have no doubt received excellent medical training, but I believe that due to the type of society in which they grew up (totalitarian regimes and dictatorships), they suffer from a lack of human warmth, so to speak, that in oncology It is essential to communicate the bad news to the patient and their family.

2) The other part of the doctors are Israelis, which I can say broadly have a personality more similar to the Latino, but here in Israel to enter the medical school you must pass a very difficult exam called psychometric, in which in general is approved by people with a very high IQ, but again, we return to the issue that these people often because of their great intelligence and dedication to their career, also suffer from that fundamental lack of empathy to treat terminal patients.

That was how Roberto and Diego made me feel like at home, although 9 years have passed since I was their doctor, I remember them fondly, they were an important part of my training as an oncologist, I learned a lot from interactions with them, from psychology, but above all from human warmth, I would have liked the medical system to guide them a little further towards the end of the road, since I noticed that both families were quite lost and I alone could not help them.
Another of my father's phrases that came to mind at that time was "Before everything in life, be a good person", it was his way of telling me that above all things I had to prioritize the humane treatment of people, especially my patients. What wise words daddy.

I think that now you can have a better picture because sometimes it really didn't matter if you didn't speak the language correctly, and I know that many of you would have preferred this nice and clumsy Argentine doctor to tell you the bad news because at least she would have reached for a piece of tissue paper to wipe away your tears, instead of a glare of ice and a bunch of nonsensical medical terminology.

To my patients, with love, Always.
Leti

*Disclaimer: All the names used in this blog are fictitious with the objective of protecting the identity of all the people involved.

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2 comments

  1. Muy buen posteo Lety. Sin ser medico, destaco la importancia (y sabiduría) de las palabras de Papi. “Ante todo en la vida, se gente”. Me ayudan muchisimo esas palabras en mi profesion dia a dia tambien. No te das una idea, de por mas que yo manejo numeros y leyes, siempre se aplican sobre gente y aprecian muchisimo el trato y la forma de comunicación.

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  2. Si gabi! totalmente de acuerdo, eso aplica a todas las profesiones, la etica y el buen trato sobre todo!

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